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Entre música y exceso


Siempre he creído que lo qué nos atrapó verdaderamente a la música electrónica, fue la sensación de poder viajar al futuro con tan solo un track, junto a la emoción de poder salir de la rutina tan agobiante. Esto acompañado de una escena musical que no te juzga, sino por el contrario, te deja ser libre a tus pasiones y excesos, dándote la sensación de hogar y liberación. Aquí no importa si te vistes bien o mal, tu género, inclinación política o sexual; aquí lo único que interesa es conectar con la música y dejar ser a los demás, siendo la pista de baile el lugar de encuentro y regocijo, donde todos somos uno y bailamos al mismo ritmo del beat.



Los arreglos musicales son el alma de todo esto, el esqueleto de una anatomía sonora, te hablo de esos sonidos que te hacen cerrar los ojos e imaginar que estás volando en otro planeta, o los mismo que te hacen bailar hasta que el cuerpo no te da más. Ahora bien, es elemental hablar sobre la gran variedad musical que tú puedes deleitar de la música electrónica, partiendo de géneros como el Dance, EDM, Trance, House, Minimal o incluso Techno. Pero está es solo la superficie de toda la experiencia que te puede ofrecer estos géneros electrónicos, cargados de tiniebla, incertidumbre, drogas, baile, descontrol, amor y lujuria.


Para nadie es un secreto que el alcohol, las drogas y el exceso, son factores claves de controversia a la hora de hablar sobre una buena fiesta electrónica, sin importar el género del cual tratemos. Esto ha permeado mucho la visión de sus participantes y de los externos a la escena underground; muchos eligiendo las drogas y de esta manera ir malgastando el verdadero sentido de esta congregación, la música. Pero más allá de eso, existe una gran polémica de cuál es el verdadero público que asiste a estos eventos, dado que muchas veces creemos que todos los que están ahí al lado de nosotros son los más purista y amantes a la música electrónica, eruditos de su cultura, pero no, resultas estando al lado de muchos que no conocen de la música que está sonando en el momento y prefieren ir solo de fiesta a cubrir sus ansias de droga, acompañados de música repetitiva a todo volumen.



La pista de baile es el lugar perfecto, allí todos son bienvenidos, puedes ser y hacer lo que la sociedad te impide, en la mayoría de ravers, su verdadera faceta. Bajo el mismo suelo es donde salen a la “oscuridad” muchas de las características que a veces no mostramos a los demás, caras que nos representan, esto generando en muchos de los asistentes el efecto de salvación, rescate y amor a la danza. En este caso vas de fiesta por lo que te produce y representa vivir la música electrónica, compartiendo un gusto musical con todos a tu alrededor, pero en otros casos, hay personas que se van de rumba por la “fiesta”, por las drogas, por el grupo de amigos, por qué el sitio es famoso y tiene trayectoria, por la cantidad de excesos que puedes encontrar allí y no por la música, no por su público, ni mucho menos por las personas que trabajan y dan todo de sí para que esta escena electrónica siga en pie.



Este tipo de personas son frecuentes en el Rave, dado que, para muchos ya no es ir a escuchar música, tal como lo era antes, sino ahora es por irse a drogar con música de fondo; perdiendo el foco y la verdadera esencia raver. Incluso olvidando en el cómo se llegó a este mundo musical lleno de efectos especiales, luces, sonidos y gente expresando con sus cuerpos el amor a la música y el sentir del momento.


Hay que tener muy en cuenta que la cultura raver incide totalmente en sus asistentes, en los comportamientos y en cómo todos viven la escena, no en los productores de los eventos, ni en los DJs y mucho menos en los sitios a donde vamos de fiesta. Recalcando que mucho de estos no nos ofrecen “fiesta” sino, ofrecen música electrónica de calidad, ambientada con luces y equipos tecnológicos de última generación, en espacios increíbles para todos sus usuarios.



Con la novedad y equivocación de que varios llegamos a tergiversar el verdadero objetivo de la escena, ya que damos por hecho que estos sitios nos dejan disfrutar a totalidad nuestros limites, cayendo en un hueco difícil de salir, volviendo la droga necesaria para poder disfrutar a totalidad la rumba. Sin darnos cuenta, que cruzamos la línea invisible de ser amantes de la música electrónica a consumidores habituales de estupefacientes o alcohol, solo por un arraigo social o una adicción difícil de aceptar, apartando de todos tus gustos musicales. Sin generalizar a él gran número de personas que conocen de la escena y llegan a consumir estás drogas de manera ocasional y conscientemente, apoyándose de proyectos que mitiguen el consumo de manera desmedida tales como Échele Cabeza, generando un raver consciente de todo su entorno.


Normalizamos de mala manera el hecho de ver y estar bajo cualquier sustancia, sistematizamos notar a una sociedad perdiéndose en el exceso de las cosas y no en el consumo consciente de las mismas, sabemos que prohibir este tipo de actos harían una sociedad más reprimida a la libre expresión y desarrollo, pero sería mucho mejor que también normalicemos valorar a todos los que hacen posible que podamos disfrutar de una experiencia diferente cada vez en la escena electrónica. Desde la señora de los baños, guardias de seguridad, bartenders, DJs, promotores y demás personal del entretenimiento puestos al servicio de todos, esto generando cultura y sentido de pertenecía hacia la escena electrónica, logrando que pensemos más en ir a un bar a bailar y no a perder la cordura.


Para Colombia Electrónica es esencial que recordemos la magia del rave y valoremos esta misma, dejando a un lado las ganas de ocio y desenfreno, alcanzando que nos conectemos realmente con la música y con la escena tan maravillosa que tenemos, ya que gracias a ella es que estamos todos locos por el amor a la electrónica.


 

Gracias por leernos, si te gustó este artículo, comenta y eres bienvenid@ de compartirla; nos vemos pronto en la pista de baile

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